domingo, 12 de julio de 2020

GESTIÓN Y ADMINISTRACIÓN DE PyMES


Seis tipos de propietarios dirigentes de pymes.
A continuación, se describe una tipología de propietarios dirigentes de PYMES basada en el estudio de un centenar de casos de empresarios que han creado una PYME. Para ello, se utilizó la metodología de los sistemas flexibles de Checkland (1999) y se adaptó (Filion, 1999) al estudio de actores empresariales que trabajan en el contexto de las PYMES. Esta metodología permite comparar los sistemas de valores y las formas de pensar de un actor organizacional con el sistema de actividades que éste elabora y dirige.


Por otra parte, seguimos las cuatro normas básicas del análisis sistémico (interrelación, información, jerarquía y control), para establecer la clasificación de los propietarios dirigentes de las PYMES estudiadas. Se prestó especial atención a los valores y objetivos de los propietarios dirigentes, especialmente a aquellos que guardan relación con las bases de su empresa.


Se intenta conocer los motivos que les hicieron crear una empresa, y determinar el lugar que ésta ocupa en sus vidas. Analizaremos a continuación seis tipos de propietarios dirigentes de PYMES (Filion 1997; 2000a y b; 2003):


1. El leñador
2. La mariposa
3. El libertino
4. El aficionado
5. El converso
6. El misionero



El leñador


Al leñador no le gusta la multitud. Cuando habla con alguien, tiene la sensación de perder el tiempo. Es ambicioso y tiene buena capacidad para el trabajo.


Le gusta afilar su sierra y cortar árboles, y lo hace bien, mejor y más rápido que la mayoría de los demás leñadores.


Cuando trabajaba en una gran empresa o para terceros, se ocupaba de una cantidad de trabajo mucho mayor que la media.


De esa manera, se convenció de que para obtener la recompensa que merece, tenía que trabajar para sí mismo.
Cuando las personas que compran sus productos quieren más, en particular por su calidad, el leñador contrata personal y les hace cortar árboles.


Como define la norma laboral que hay que cumplir a partir de lo que él mismo produce, la mayor parte del tiempo está insatisfecho en cuanto a la cantidad de trabajo realizado por los empleados que contrató. Prefiere a quienes trabajan tan bien y tan arduamente como él.


La cultura organizativa de su empresa se centra en la producción. Es posible que, en determinado momento de su carrera, deje de observar sólo los árboles para echar un vistazo a todo el bosque.
Cuando alcance este primer nivel de pensamiento estratégico a empresa que dirige comenzará a crecer: por ejemplo, podrá incursionar en el mercado de los productos potenciales vinculados.



El leñador sigue siendo el tipo más corriente de propietarios dirigentes de PYMES.
Es muy constante en lo que hace.
Los leñadores que logran el éxito y que siguen aprendiendo se convierten a veces en misioneros.

La mariposa

A la mariposa le encanta comprometerse intensamente, pero esto no dura mucho tiempo.
Le gusta juguetear. Crea empresas y, casi en seguida, las vende.
Adquiere empresas en dificultades, reduce los costos de funcionamiento de éstas, realiza algunos cambios clave y luego las pone a la venta.
Le gusta que las cosas se hagan rápidamente.
Es capaz de evaluar de inmediato las ventajas y los puntos débiles tanto de una empresa como de su mercado potencial.
Es sociable y el número de sus relaciones es incalculable; conoce gente en todos lados.
Cuando pretende adquirir una empresa en dificultades, piensa en alguien que podría comprar una parte de la producción, en una compañía a la que podría confiar una parte o toda la producción mediante subcontratación, en otra que haya implantado un método para reducir los costos de distribución, en otra más que compraría cantidades importantes de uno de sus productos si éste se modificara ligeramente, etcétera.


Pero las cosas deben seguir en constante movimiento, ya que, de lo contrario, su interés decae y empieza a dirigir su mirada hacia otros horizontes.


Como la mariposa se reúne con mucha gente, se le presentan muchas oportunidades. Cuando examina un negocio, su punto de vista es muy preciso: obtener una buena ganancia.


Frente a sus ojos, una computadora calcula continuamente las ganancias que podría obtener si realizara un determinado ajuste u otro en la empresa.


La mariposa se asemeja a todo lo que es temporal, ocasional, pasajero y rápido. Podríamos describir a este tipo de empresario como una veleta, un oportunista, un seductor o un camaleón. Su estilo, sus gustos, sus centros de interés registran un cambio continuo.
Le atrae mucho la novedad. Hace correctamente su trabajo, pero tiene dificultades a la hora de profundizar. Al envejecer, si opta por una actividad constante y decide concentrarse en una empresa única, corre un gran riesgo de convertirse en libertino.

El libertino


El libertino gusta del ocio, la diversión, la fiesta y el juego; tiene una vida social activa. Considera que es vital practicar al menos una actividad de ocio.


Esta actividad varía con el paso de los años y está vinculada a la evolución de su sistema de relaciones. Ve en su empresa un apoyo financiero, un medio que le permite obtener ingresos suficientes para practicar las actividades que realmente le interesan.
A menudo, trabaja con tesón durante determinados periodos del año, y durante el resto del tiempo, hace aquello que le gusta realmente. Por otra parte, el libertino no se entrega plenamente a su empresa a nivel emocional, como es el caso del leñador o del converso, por ejemplo. Por el contrario, intenta limitar su participación a aquello que es rentable.
A menudo procede de un nivel social acomodado que le permitió pasar una buena parte de su juventud practicando actividades deportivas y de ocio.
A veces, forma parte de la tercera o cuarta generación de la familia dueña de la empresa.

Algunos libertinos sustituyen gradualmente algunas de sus actividades de ocio y deportivas por una actividad social o política.


El aficionado
El aficionado consagra toda su energía y todo su tiempo libre a su empresa. Tiene un trabajo “oficial”, que tan sólo conserva por motivos de seguridad y porque le ofrece los fondos necesarios para seguir adelante con su pequeña empresa. Ésta constituye además su pasatiempo por excelencia, al que le dedica brío y pasión, pues le ofrece la oportunidad de cumplir sus aspiraciones. Invierte en ella todos los recursos que posee, con vistas a desarrollarla al máximo.


El aficionado sigue dividiéndose entre varias actividades, cuyos modos de funcionamiento son muy distintos.
En su trabajo, suele tomar decisiones esencialmente operativas; en pocas ocasiones participa en las decisiones administrativas.
Ante esta coyuntura, no consigue diferenciar los distintos niveles de decisiones, por lo que se convierte en un propietario dirigente que registrará dificultades durante mucho tiempo a la hora de tomar sus decisiones estratégicas. De hecho, necesitará mucho tiempo antes de tomar la primera decisión estratégica: la de abandonar su trabajo para consagrase plenamente a su empresa.
Oscila durante años entre dos situaciones cuyos modos de funcionamiento y niveles de decisiones son distintos: un trabajo en el que realiza actividades operativas, y su empresa pequeña donde puede tomar decisiones más estratégicas y en la que se ocupa de todo, incluso después de haber contratado personal. Algunos aficionados se convierten en leñadores, otros en conversos, pero todos terminan por tener tendencias de libertino, ya que adoptan un modo de funcionamiento doble o múltiple en el que la principal actividad sirve para financiar una segunda, en la que realmente encuentran satisfacción. El converso El converso se caracteriza por descubrir “el negocio”.

En adelante, toda su vida gira en torno a este descubrimiento fundamental, que la mayor parte del tiempo marca el inicio de una nueva carrera. Desde hace años, el converso intentaba realizarse plenamente y utilizar su potencial con un sentido positivo; a partir de ahora, puede decidir acerca de su destino.


La empresa que funda o adquiere se convierte rápidamente en un templo sagrado en el que su implicación emocional es muy grande. Construye una lógica de una coherencia rigurosa que explica cada una de sus acciones.
Por otro lado, esa lógica parece envolver a su “buen negocio” con un halo protector. Los escépticos y los críticos deberán pensar muy bien sus comentarios, ya que, de otro modo, se exponen al riesgo de despertar su ira.


De hecho, el converso llega rápidamente a ver el mundo dividido entre los que están a su favor y los que están en su contra: por un lado, aquellos que lo apoyan, y por otro, todos los demás.


Tiende a sobrevalorar a quienes actúan y piensan como él, mientras desconfía de los demás, ya que, según él, estos últimos aún no han encontrado su camino.
Disfruta más haciendo las cosas que observando los resultados de éstas, ya que, en todo lo que hace, está convencido de superar una etapa, por muy pequeña que sea, hacia la realización personal.
Cree que está dotado de determinadas cualidades que debe poner al servicio de su proyecto.
Le gusta estar a la vanguardia y tiene dificultades para delegar la responsabilidad en manos de terceros, al menos hasta que éstos no le demuestren que son dignos de su confianza.
Varios creadores e inventores forman parte de esta categoría.


De hecho, los conversos que proceden de las áreas de investigación y desarrollo, así como de marketing y de ventas, parecen ser los que obtienen mayor éxito. Su implicación en la empresa adopta la forma de un profundo compromiso, a veces excesivo, que se acerca a la pasión e incluso a la obsesión.


La forma en la que se comporta el converso está vinculada a veces con una determinada forma de totalitarismo. Algunos conversos terminan convirtiéndose en misioneros.

El misionero


La mayoría de las veces, el misionero inicia solo su empresa, o bien, compra una que transforma sustancialmente. Conoce muy bien su producto y el mercado respectivo. Está sumergido en una auténtica pasión por lo que hace y está convencido de que su empresa constituye una aportación trascendente para su comunidad.
A menudo procede de uno de los otros tipos descritos anteriormente. Ha actuado con éxito. En vez de vender su empresa y jubilarse de forma anticipada, ha decidido instaurar un sistema que permite que los empleados que trabajan en ella se realicen plenamente. Otorga gran autonomía a sus empleados. Algunos misioneros insisten en la primacía de los valores humanos o religiosos. El misionero consigue cortar lo suficientemente pronto el cordón umbilical que lo une a su empresa.
Observa el bosque y el horizonte que se extiende más allá de éste. Le interesan muy poco los árboles. De hecho, organiza la empresa bastante rápido y la mayoría de las veces, cuando aún es pequeña, lo hace de forma que pueda funcionar sin él, o al menos sin que deba estar presente a diario. Cuando la supervivencia de la empresa está garantizada, ya no se siente tan amenazado como antes y se abre mucho más a las nuevas ideas. Para él, su empresa es un organismo vivo, en el que la formación y la evolución de los miembros son importantes: quiere que sus empleados estén contentos.


Está íntimamente vinculado a la evolución de la empresa y, por consiguiente, a la capacidad de ésta para desarrollarse y seguir siendo competitiva. Asimismo, contribuye a la evolución armoniosa de cada uno de sus miembros, ya que comprende que una empresa es ante todo un sistema social: los resultados no dependen exclusivamente de los logros individuales, sino también de la capacidad de los empleados para trabajar unidos. A pesar de estar muy orientado hacia la tarea, se interesa poco a poco en las relaciones humanas, el cambio y la innovación. Consagra casi todo su tiempo y su energía a la empresa, sobre todo a las personas que trabajan en ella.


Es conservador en cuanto a sus valores, estable en su vida personal, cuya base suele ser la familia, y muy realista en los negocios. Lo que más le interesa no es desarrollar una empresa, sino conformar un equipo, a menudo a imagen y semejanza de su familia, tejer una red social idónea para el desarrollo de una cultura organizativa, caracterizada por la realización de proyectos, el avance, los intercambios y la capacitación.


El misionero delega todo cuanto es posible. Consagra lo esencial de su tiempo a comunicar, participar, establecer grupos de trabajo en los que pueda escuchar a los demás, discutir e intercambiar ideas; en otras palabras, intenta seguir siendo un estimulador y un catalizador que aporta salud y da sentido a la vida de grupo. Predica con el ejemplo.
Escucha lo que dicen los demás y sugiere innovaciones constantemente. Comunica su entusiasmo a sus empleados. Con gran motivación y agrado, éstos le corresponden al participar en el éxito creciente de la empresa. En algunos casos, ésta se convertirá además en una multinacional.
Tan sólo las personas que están dispuestas a participar intensamente encuentran un lugar en su empresa.


El misionero es el que tiene más probabilidades de implantar un programa de expansión.

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